Rin Taro, cuyo nombre verdadero es Shigeyuki Hayashi (1941), comenzó su carrera en la animación con Toei Doga, en los años '50. Más tarde, trabajó junto a Tezuka en Mushi Productions, momento a partir del cual adopta el seudónimo de Rin Taro. Ha dirigido una enorme cantidad de series y películas, entre las que destacan: "Astroboy" (1963 - 1966), "Kimba, el león blanco" (1965 - 1966), "Jet Marte" (1977), "Grand Prix" (1977 - 1978), "El Capitán Harlock" (1978 - 1979), "Dragon Quest" (1991 - 1992), "Battle Angel Alita" (1993), "X, the movie" (1999) y, por supuesto, "Metrópolis" (2001).
Astroboy (1963)
Kimba The White Lion (1966)
"Jet Marte" (1977)
"X, the movie" (1999) fragmento
Con más de 50 producciones a su haber, entre películas, series y ovas, Rin Taro es considerado como uno de los más productivos directores japoneses. En METRÓPOLIS, combina dibujos hechos a mano y animación digital, lo cual resulta del todo grato, especialmente por el detalle de los fondos y el diseño de los ambientes. Se notan los cinco años que le dedicó al proyecto y los diez millones de dólares que costó llevarlo a la pantalla grande.
No puedo dejar de mencionar la música original de la película, la cual fue compuesta por otro famoso nipón: Honda Toshiyuki. Hijo de un crítico de jazz, Honda aprendió a tocar el saxo y fundó su propia banda de jazz, "Burning Wave", en 1977, convirtiéndose en el primer compositor japonés de jazz. La banda sonora de METRÓPOLIS está basada completamente en la clásica "Dixieland Jazz" de los años '20. Lo mejor, sin duda, es la secuencia final donde se escucha a Ray Charles cantando
I can't stop loving you.
Finalmente, cabe señalar la participación de Katsuhiro Otomo (1954) como guionista.(via)
"METRÓPOLIS" (2001) fragmentos
METRÓPOLIS, estrenada en Japón el 26 de mayo del 2001, ha sido caracterizada por muchos como "la mejor película de anime de los últimos tiempos" y cómo no serlo si reúne a tres de los grandes del manga y de la animación nipona: Osamu Tezuka (escritor del manga original), Rin Taro (director) y Katsuhiro Otomo (guionista).
Osamu Tezuka (1928 - 1989) es conocido como "el padre del manga y del anime". Ganó popularidad como escritor e ilustrador de manga alrededor de los años '50 e, inspirado por su gran cariño hacia los dibujos animados, especialmente por los de Disney, creó su propia compañía de animación, Mushi Studios (1961 - 1973).
Dicho estudio dio a la luz la internacionalmente famosa "Astroboy" (cuyo nombre original era "Tetsuwan Atom") el año 1963. Fiel al manga original de Tezuka (1951), contaba la historia de un niño robot que tenía un corazón atómico. Gracias a un defecto de fábrica, dicho robot no podía crecer, por lo cual fue desahuciado por su creador. Sin embargo, fue rescatado por personas que cuidaron de él. Pero la sociedad del siglo XXI consideraba a los robots como ciudadanos de segunda categoría, por lo cual Astroboy se ve enfrentado a un mundo inhóspito y violento. Finalmente, el pequeño robot mostrará más humanidad que los mismos humanos.
La temática sobre los robots, eje central de la escritura de Tezuka, no es más que una encubierta crítica a la alineación de los hombres dentro de un mundo completamente tecnologizado, donde los verdaderos sentimientos son arrasados por el monstruo de la sociedad industrializada. Hay que recordar que para la época en que se escribió "Astroboy", Japón estaba imbuido de lleno en la revolución tecnológica que lo transformaría en la gran potencia que es hoy en día.
Dentro de la misma temática podemos localizar METRÓPOLIS (1949), escrita dos años antes que "Astroboy", cuando tan sólo contaba con 21 años de edad. Tezuka lanzó al mercado del manga tres obras de ciencia ficción entre los años 1948 y 1951: "El Mundo Perdido", "Metrópolis" y "El Mundo que vendrá". Los críticos concuerdan que es precisamente "Metrópolis" la mejor dentro de la trilogía. El manga está ambientado en los últimos años del siglo XX y narra la historia de un androide masculino llamado Micchi, quien es creado por el Dr. Lorton a pedido del jefe de un sindicato criminal de la ciudad, Lord Red, quien escapará con el robot. Micchi, durante todas las aventuras y desventuras que experimentará viajando por Metrópolis, buscará a sus padres, pues desconoce su origen artificial y la enorme cantidad de poder que oculta su pequeño cuerpo (Nótese la semejanza con A.I. de Spielberg)
La versión de la película difiere bastante a la del manga, sin embargo, mantiene la idea central: la vida de un ser artificial dentro de la gran megalópolis industrializada. Aquí, Lord Red es el dueño todo poderoso de Metrópolis, ciudad compuesta por cuatro niveles: el mundo de la superficie, en el cual se puede ver el cielo y donde habitan los ciudadanos más selectos de la polis; la Zona 1, el primero de los subniveles subterráneos, donde vive toda la clase trabajadora, compuesta de una gran variedad de culturas (muy semejante a "Blade Runner"); la Zona 2, donde se encuentra la planta de energía; y, finalmente, la Zona 3, donde se depositan los desperdicios. Los robots sólo pueden vivir en estos dos últimos niveles.
El Dr. Lorton, amigo íntimo de Lord Red, creará un androide a imagen y semejanza de la pequeña hija muerta del dueño de Metrópolis, cuyo nombre es Tima. Paralelamente, un detective japonés, Ban Shunsaku (el mismo Mr. Pompus, profesor de Astroboy), junto a su sobrino Kenichi, buscarán al desquiciado doctor, prófugo de la justicia nipona que vive oculto en la enorme ciudad. Será en una extraña explosión donde Tima y Kenichi se conocerán, momento que da pie al resto de la historia de una complejidad cada vez mayor.
En la película, dos serán los ejes centrales de la narración: por una parte, la historia de amor entre Tima y Kenichi, temática que adquiere rasgos muy parecidos a "Blade Runner", ya que aborda, a su vez, la profunda crisis del androide femenino que desconoce su origen no - humano; y, por otra parte, la lucha de clases sociales, ya sea entre los ciudadanos de la ciudad de la superficie y habitantes de las zonas subterráneas, como entre los humanos y la creciente población robótica que inunda la ciudad.
Será este último punto lo que lleva a conectar METRÓPOLIS con la película del mismo nombre de Fritz Lang de 1926. Aunque Tezuka afirmó no haber visto dicha película antes de escribir el manga, es indudable la semejanza que hay entre ambos. No sólo porque es evidente que se tomaron como modelos los bosquejos de megalópolis de Lang, sino también porque presentan características comunes, especialmente en relación con los personajes principales (Jon Fredersen, dueño de Metrópolis; Rotwang, el inventor; María, trabajadora de la Zona 1 y posterior rostro del androide) y con la temática de la lucha de clases (la ciudad también está dividida en dos niveles: la superficie, donde viven "los privilegiados" y la Zona 1, la ciudad subterránea que oculta a los trabajadores y a la compleja maquinaria que mantiene en funcionamiento a la ciudad de arriba). Es indudable que Lang pone mayor énfasis en la concepción de una humanidad dividida entre dirigentes y proletariado, donde la lucha de clases será la única forma de salir del círculo vicioso que genera el monstruo de la industrialización, ya que en el momento en que se estrenó la película las consecuencias de la Revolución Industrial del siglo anterior recién estaban apareciendo (recuérdese que se trata de la época del apogeo del expresionismo y de la aparición de obras literarias como "El Proceso" de Kafka).
Sin embargo, el aporte del manga de Tezuka y de la posterior adaptación al cine de Rin Taro, es tomar los mismos elementos y disponerlos en una obra más actual, donde ya no será la sombra del progreso industrial del siglo XIX la que maneje la vida social, sino la de los avances tecnológicos, especialmente en el ámbito de la robótica y de la inteligencia artificial. Cuales visionarios, ponen en la discusión temas que, dado el acelerado ritmo de crecimiento de la tecnología, pueden ser los grandes conflictos del futuro: la cuestión de los androides insertados en una sociedad humana. ¿Será el hombre o el robot quien regirá el mundo?. Tanto el manga como la película, sin duda, tratan de dar respuesta a tan inquietante pregunta.
Es interesante ver cómo la Metrópolis soñada por Lang a principios del siglo XX sigue presente en el inconsciente colectivo y cómo cobra vida nuevamente a través de su homónima japonesa. Esta última, sin duda, supera en mucho la precaria filmación del '26, especialmente en lo referente a la dirección, los efectos visuales, la ambientación y la música.(via)
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